Publicado por : Francisco PJ
Un día tal como hoy descubrí una sorprendente historia en el blog El bálsamo de Fierabrás, una historia que me hizo pararme un momento y preguntarme: ¿Por qué no se nos enseña a pensar en la facultad?; en lo que llevo de carrera (3 años mas o menos) ha sido un continuo ejercicio de memorización de conceptos y mas conceptos (ojo, que no digo que eso sea moco de pavo), dejando de lado discusiones, charlas sobre el porqué de las cosas, controversias morales y éticas, anécdotas (me encantan las anécdotas, es con lo que mas se aprende): en resumen, un poco de rebeldía nunca viene mal (Si todos caminamos en la misma dirección, ¿como sabremos que no existe otra?). En fin, aqui os dejo la historia balsámica, espero que os guste:
Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio Nóbel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
"Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado a un problema de física, pese a que el muchacho afirmaba rotundamente que su respuesta era absolutamente acertada. Profesores y estudiantes acordaron pedir el arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: ¿Cómo mediría la altura de un edificio con un barómetro?:
El estudiante había respondido: Llevo el barómetro a la azotea del edificio y le ato una cuerda muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. La longitud de la cuerda es igual a la altura del edificio. El estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio porque había respondido a la pregunta correctamente.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada. Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas. Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba, escribió la siguiente respuesta: Tomó el barómetro y lo dejo caer a la calle desde la azotea del edificio. Mido el tiempo de caída con un cronómetro. Después aplico la formula de la caída libre y así obtengo la altura del edificio.En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta y lo despidió.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.-Bueno -respondió, -hay muchas respuestas. Por ejemplo, tomas el barómetro en un día soleado y mides su altura y la longitud de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos fácilmente la altura del edificio.- Perfecto - le dije, -
¿Y hay otra solución?- Si, - contestó - éste es un procedimiento muy elemental para medir un edificio, pero también sirve. En este método, tomas el barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro en la pared y cuentas el numero de marcas hasta la azotea. Multiplicas la altura del barómetro por el numero de marcas que has hecho y ya tienes la altura. Es un método muy directo, por supuesto.
Si lo que se quiere es un procedimiento más sofisticado, se puede atar el barómetro a una cuerda para descolgarlo desde la azotea hasta la calle y se mueve como si fuera un péndulo. Así se puede calcular la altura midiendo su período de oscilación.
En fin, concluyó, existen otras muchas maneras pero, probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear con él la puerta de la casa de la portera. Cuando abra, decirle: "Señora portera, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo".
En ese momento de la conversación, pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema: la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de altura entre ambos.- Ciertamente la conozco, pero durante mis estudios, los profesores han intentado enseñarme a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nóbel de física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones orbitando a su alrededor. Fue un innovador de la teoría cuántica.
Pero, al márgen del personaje, lo esencial de esta anécdota es que LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR. Aprendamos a pensar: un problema generalmente tiene una sóla respuesta pero hay mil formas de llegar a ella, lo auténticamente genial es elegir la solución más práctica y rápida de forma que podamos acabar con el problema de raíz... y dedicarnos a otras cosas (¿Muy util en medicina, verdad?)