Publicado por : Francisco PJ



A juzgar por los estereotipos, una de las mejores formas de volverse hipocondríaco es estudiar medicina, y una de las mejores formas de recuperarse es graduarse.

Los estudiantes de medicina son notoriamente hipocondríacos. Es muy común que cuando comienzan a internarse en el mundo de la salud se autodiagnostiquen enfermedades terminales (usualmente aquellas que están estudiando), de modo que la frase "síndrome del estudiante de medicina" acuñada décadas atrás es muy adecuada para este comportamiento.

Una vez graduados, la hipocondría tiende a desaparecer. Los médicos evitan a toda costa la tensión médica, incluso cuando están claramente enfermos. Sin embargo, nadie ha estudiado sistemáticamente cómo la vivencia de los médicos ante su propia vulnerabilidad a las enfermedades ha evolucionado con los años.

Incluso los pocos investigadores que han tratado de determinar el alcance del síndrome del estudiante de medicina han obtenido resultados contradictorios. Dos pequeños estudios realizados en la década del sesenta hallaron que entre el 70 y el 80% de los estudiantes de medicina presentaba temores infundados relacionados con enfermedades en algún momento de la carrera.

Otros dos estudios, por el contrario, sólo verificaron la presencia de verdadera hipocondría en sólo una pequeña fracción de los estudiantes.

Algunos investigadores interpretan que los episodios de hipocondría entre los estudiantes de medicina tienen una vida demasiado corta, debido a que los jóvenes se ven bombardeados por información sobre enfermedades y síntomas descontextualizada. Inmersos en los arcanos detalles de una severa enfermedad, con demasiada poca frecuencia escuchan mucho sobre salud. La mayoría son jóvenes y saludables, pero confrontan lo enorme y azaroso de las enfermedades, lo que los deja llenos de temor.

Entonces, se gradúan. El sentido común supone que los médicos están demasiado ocupados y muy experimentados con los problemas del cuerpo humano como para volverse hipocondríacos. En su lugar, aunque no existen estudios que confirmen esta impresión, usualmente ignoran sus propios padeceres.

El cuidado médico que reciben tiende a ser menor al óptimo, y no pasa de una conversación casual con algún colega. Su adherencia a los tratamientos es miserable, y la medicación tiende a conformarse de cualquier tipo de muestra gratis que esté disponible en su escritorio.

Quizá los médicos sean tan hipocondríacos como los estudiantes de medicina, pero una vez que el temor a la enfermedad se junta con el temor a lo que implica su tratamiento, la única opción resulta ser preocuparse y esperar en silencio.


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