Publicado por : Curro

Acabo de descubrir un libro que me ha encantado desde la primera página. El libro se titula "Cuentos de microbios", escrito por Arthur Kornberg y magníficamente ilustrado por Adam Alaniz. Es un libro en teoría dirigido a los más pequeños, pero que también gustará a los mayores. A medio camino entre la divulgación sobre los microbios (para aprender a amar la ciencia no siempre es necesario leer un buen texto de divulgación científica) y el entretenimiento (que consigue gracias a sus rimas y sus bonitas ilustraciones) es perfecto para sustituir a esos cuentos infantiles de toda la vida sobre príncipes, hadas, ogros y animales. [comprar libro]


En "Cuentos de microbios" las rimas tienen buenos y malos, como cualquier buen cuento que se precie, y los protagonistas, junto con los microorganismos "sin piernas, ni aletas, ni boca, ni ojitos”, son los niños. En este caso los hijos y los nietos del autor, así como sus vecinos y compañeros del colegio. Y como cualquier típico cuento, estos también tienen su moraleja. En este caso, hábitos saludables o lecciones sobre las enfermedades, los antibióticos o las vacunas.

Kornberg, premio Nobel de Medicina de 1959 y fallecido en 2007, dejó como legado esta obra para niños con el afán de hacerles ver, divirtiéndoles, que la mala fama de estos diminutos organismos es a veces infundada. El conocimiento científico, esencial en nuestra sociedad moderna, debe transmitirse desde edades tempranas, y los libros de divulgación infantiles son tan importantes como los demás. 

2011. Cartoné, 74 páginas. Ilustraciones en color. ISBN: 978-84-291-1847-6. Podéis comprarlo en Amazon.es. Si queréis ver gratis un extracto del libro en PDF lo tenéis a vuestra disposición en el siguiente enlace.


El desfile de los microbios

¡Corre, corre, ven! El desfile ya empezó
de unos raros seres que nadie imaginó.

Ni piernas, ni aletas, ni boca, ni ojitos,
son éstos los más diminutos bichitos.

Son tan pequeños que no pueden ser vistos.
“¿Seguro que no?, ¿ese zoo es tan pequeñito?”

Imagínate, si es que puedes, Zac,
un punto diminuto, un granito no más.

Rompe cada grano en otros más chiquitos.
Tendrás delante de ti miles de granitos.

Cada granito que obtengas es como un cajón,
donde microbios te caben más de un buen millón,

Donde todos tienen espacio para nadar,
dar volteretas y su cuerpo enroscar


Staphylococcus aureus
(“coco dorado en forma de racimo”)
CUANDO LOS ALIMENTOS HACEN DAÑO

Estáfilo Dorado vive en tus manos y en tu pelo;
¡y también en la nariz y en la piel de tu abuelo!

Si la piel te pinchas, él está al acecho,
y de tu herida saca gran provecho.
Pero nuestros leales anticuerpos darán la batalla
para vencer fácilmente a toda esa morralla.

Cuando los microbios se ven rodeados,
la batalla al instante tu cuerpo ha ganado.

¡Ay!, pero ocurrió un buen día que un panadero
en sus manos llevaba un Estáfilo altanero.

En un pastel de crema recién horneado
Estáfilo y los suyos con avidez penetraron.

En la crema muchos microbios proliferaron;
crecieron y crecieron, y veneno soltaron.


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